Por un momento ambos guardaron silencio mirándose a los ojos bajo la escasa luz que la linterna les regalaba. Cada vez que inspiraba, el rostro de Leyre se descomponía a causa del dolor y gotas de sudor comenzaron a perlar su frente. Esto hizo espabilar a Hugo y fue en busca de la ayuda prometida. Ella observó el lugar por el que desapareció hasta que dejó de oír el eco de sus pasos en la noche. Y todo a su alrededor se desvaneció.
Leyre abrió los ojos y una luz blanca la cegó. Todavía se sentía algo aturdida, no recordaba bien qué había pasado. Estaba en una habitación de hospital. Tenía una pierna vendada y también el pecho. Sentía molestias en la cabeza. Al otro lado de la cama, sentado en un sillón, sujetándose la cabeza con las manos estaba Hugo. Cuando se fijó en que la respiración sosegada de Leyre había cambiado, se levantó y le miró. Leyre vio que tenía los ojos enrojecidos. Seguramente había estado llorando. Ésta suspiró sonoramente y clavó su vista en el techo, evitando derramar las lágrimas que se estaban acumulando en sus ojos.
—Lo sabes…—fue lo único que
murmuró.
Hugo
continuó observándola en silencio. Un nudo oprimiéndole la garganta impedía que
pronunciase palabra alguna. Sólo atinó a preguntar:
—¿Por qué?
—Sólo quería protegerte —respondió Leyre con las lágrimas deslizándose raudas por sus mejillas.
—¿Protegerme? Me he pasado la
mitad del tiempo intentando odiarte y la otra mitad tratando de entender qué
ocurrió— exasperado y antes de decir cualquier cosa de la que se arrepentiría
más tarde, salió veloz de la habitación sin mirarla.
Leyre rompió a llorar, liberándose al fin de la coraza
que se había forjado con los años. Lloró con pena, rabia y dolor, por todo lo
que había sufrido, por lo que su familia había pasado, pero sobre todo, por
haber apartado al amor de su vida a un lado del camino. Ese camino que deberían
haber recorrido juntos y de la mano. Siempre cogidos de la mano.
Hugo, por su parte, corrió como un desquiciado para salir
de aquel lugar. No quería desmoronarse y lo estaba haciendo a pasos agigantados
segundo tras segundo. Alcanzó la escalera de emergencia y en vez de bajar,
subió hasta la azotea. Allí gritó, lloró, se desesperó y con ello aligeró un
poco el peso que llevaba en su corazón
desde hacía mucho tiempo, concretamente, desde que Leyre se había ido. Él había
sido un cero a la izquierda en su vida. No por elección propia, sino porque
ella lo había querido así. Pero esta vez, las cosas serían diferentes. Le iba a
escuchar, como que se llamaba Hugo Ruíz. Había llegado el momento de dejar de
sufrir para empezar a vivir.
Al día siguiente, a Leyre le dieron el alta. Una fisura
en una costilla y un esguince de tobillo se unían a sus heridas de guerra.
Había pasado una noche en observación por recomendación médica debido al golpe
sufrido en la cabeza. Sus padres la acompañaban hacia la salida empujando su
silla de ruedas. Se quedó de piedra al observar a Hugo apoyado en su coche
esperándola. Se acercó a paso lento hacia ella y la ayudó a levantarse y a
sujetarse en pie con las muletas.
—Hoy eres toda mía—le susurró
al oído y un escalofrío atravesó su piel llegando a su columna vertebral,
liberando múltiples sensaciones que creía dormidas por todo su cuerpo.
El trayecto en coche fue silencioso. Hugo concentrado en
la conducción y Leyre con la vista perdida fija en la ventanilla. No sabía cuál
era el destino pero estando con él sentía que estaba segura y protegida.
Comenzó a llorar en silencio cuando comprendió hacia dónde se dirigían. Ante
ellos se encontraba aquel camino de tierra con un banco solitario tan lejano en
su memoria. Hugo la ayudó a bajarse del coche y se desplazaron hasta ese banco
de hierro que había significado tanto en su historia. Se sentaron ambos,
mirándose cara a cara, diciéndose con los ojos todas esas cosas que no habían
sido dichas. Hugo fue el que rompió el silencio.
—Aquí estamos, en el lugar en
el que comenzó todo. Vamos a sincerarnos el uno con el otro, sin dejarnos nada
en el tintero. Ya hay demasiadas mentiras entre los dos—Leyre retorcía
compulsivamente las manos en su regazo.— Tus padres me contaron algo en el
hospital, ahora quiero oírlo de tus labios.
Leyre sabía que había llegado el momento. Nada de caretas
ni inventos ni sentimientos fingidos. Tenía que hablar con la verdad y con el
corazón en la mano.
—Por favor no me interrumpas,
sino no seré capaz de contarte la historia— Hugo asintió lentamente.— Unas
semanas antes de nuestra ruptura, mi doctor me hizo unos exámenes porque me
sentía muy débil, cansada y había perdido algo de peso. Recuerdo que en alguna
ocasión me dijiste que estaba más delgada— intentó sonreírle— Los resultados
fueron devastadores para mis padres y para mí, no había dudas, tenía leucemia.
Nos recomendaron una clínica en Barcelona donde trabajan los mejores
especialistas del país y no nos lo pensamos. Me trasladé allí y me matriculé en
la universidad aún sin saber si podría asistir. Me sometí a tratamientos
intensivos de quimioterapia. Perdí mucho más peso, perdí todo el pelo— mientras, se acariciaba distraída su corta melena—, parecía una sombra de lo
que una vez fui. Tras unos meses horribles, me fui recuperando. Asistía a
clases, a mis revisiones médicas…, e incluso conseguí graduarme en filología
como siempre había soñado. Seguía mi tratamiento de mantenimiento, hasta que en
la revisión siguiente mi mundo dejó de girar de nuevo. El cáncer había vuelto
de nuevo y con más fuerza que antes, me desmoroné pero mis padres no
permitieron que me hundiese. Había pocas opciones de tratamiento, la única
viable era un trasplante. Gracias a dios encontramos un donante y el
procedimiento se llevó a cabo. De esto hace ahora un año y de momento me
encuentro bien. No sé lo que me deparará el futuro, mi vida no se mide en
horas, días y años desde hace mucho, transcurre entre revisión y revisión —terminó su relato con una tristeza infinita en su ojos.
(Imagen: Google)
Continuará...
Ohhh... 😭😭😭😭😭😭😭😭😭 que emoción!!!
ResponderEliminarMe di cuenta hoy revisando el blog de esta historia, pero ya me podía haber dado cuenta cuando ya estuviera terminada me cago en todo, esto de la intriga... jajajaja
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