Por
fin hoy se había armado de valor para entrar en esa habitación ahora que él no
estaba. Subió las escaleras lentamente, peldaño a peldaño. Cada paso más lejos
de su zona de confort y, a la vez, más cerca de ese verdadero infierno en el
que llevaba sumida semanas. Era consciente que su corazón ya se había roto para
siempre y nada ni nadie lograrían recomponerlo jamás.
Al
empujar la puerta de madera que la separaba de la realidad, un ensordecedor
silencio la sobrecogió. Encima de la colcha algo arrugada descansaba un
unicornio, su peluche favorito, en la mesita de noche estaba su cuento
preferido abierto por la mitad y los rayos de luz que entraban por la persiana
a medio bajar se difuminaban por la alfombra a rayas que cubría gran parte del
espacio y mostraban la silueta de una zapatilla escondida bajo la cama. Al
mirar hacia el lado opuesto del dormitorio, encontró la puerta del armario
entreabierta. Seguramente su pequeña la dejó así al coger con prisas su tutú
rosa para vestirse aquella mañana. Intentó sonreír pero lo único que consiguió
hacer fue esbozar una triste mueca. Comprendió entonces que el huracán que
suponía en sus vidas, nunca volvería.
El
ruido que produjo el golpe de una simple caja de cartón sobre el suelo, la
despertó de su ensoñación. No era consciente de que la llevaba entre las manos.
Pero antes de que se desmoronase, unos brazos conocidos, cálidos y fuertes la
sujetaron, estrechándola contra un pecho robusto. Aspiró su aroma familiar y
todo su cuerpo se relajó apoyándose contra el de él. El de su marido. Sabía que
nunca la dejaría caer.
—Shhh.
Estoy aquí contigo, haremos esto juntos— le susurró al oído.
Ella
se giró para mirarle cara a cara con la interrogación pintada en su rostro.
Antes que emitiera sonido alguno, él se limitó a responder a su muda pregunta.
—Te
conozco. He visto la determinación en tu mirada antes de salir de casa y sabía
que hoy era el día en el que habías decidido entrar aquí. No tienes por qué
hacerlo sola. Seguimos siendo una familia aunque ella no esté. Lo superaremos.
Aunque no volvamos a ser los mismos, saldremos adelante. Ella lo querría así… —Y
lentamente fue limpiándole las lágrimas que, silenciosas, caían por sus
mejillas. Como respuesta, ella se abrazó a él con desesperación.
Y
la teoría estaba clara, pero ¿cómo seguir adelante cuando uno de los motores de
tu vida se apaga para siempre? Solo había una respuesta para ellos: juntos.
(Imágenes: Google)
Guauuuuuu, q penita. Que intenso. Maravilloso.
ResponderEliminarDe punta se me quedaron los pelillos... gracias preciosas
ResponderEliminarTriste pero se debe hacermuy despacio y acompañada es mucho mejor!!
ResponderEliminarQué bonito e intenso, me gusta Mucho!
ResponderEliminarUn saludo