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18 nov 2016

¿Cómo seguir adelante?


Por fin hoy se había armado de valor para entrar en esa habitación ahora que él no estaba. Subió las escaleras lentamente, peldaño a peldaño. Cada paso más lejos de su zona de confort y, a la vez, más cerca de ese verdadero infierno en el que llevaba sumida semanas. Era consciente que su corazón ya se había roto para siempre y nada ni nadie lograrían recomponerlo jamás.

Al empujar la puerta de madera que la separaba de la realidad, un ensordecedor silencio la sobrecogió. Encima de la colcha algo arrugada descansaba un unicornio, su peluche favorito, en la mesita de noche estaba su cuento preferido abierto por la mitad y los rayos de luz que entraban por la persiana a medio bajar se difuminaban por la alfombra a rayas que cubría gran parte del espacio y mostraban la silueta de una zapatilla escondida bajo la cama. Al mirar hacia el lado opuesto del dormitorio, encontró la puerta del armario entreabierta. Seguramente su pequeña la dejó así al coger con prisas su tutú rosa para vestirse aquella mañana. Intentó sonreír pero lo único que consiguió hacer fue esbozar una triste mueca. Comprendió entonces que el huracán que suponía en sus vidas, nunca volvería.

El ruido que produjo el golpe de una simple caja de cartón sobre el suelo, la despertó de su ensoñación. No era consciente de que la llevaba entre las manos. Pero antes de que se desmoronase, unos brazos conocidos, cálidos y fuertes la sujetaron, estrechándola contra un pecho robusto. Aspiró su aroma familiar y todo su cuerpo se relajó apoyándose contra el de él. El de su marido. Sabía que nunca la dejaría caer.

—Shhh. Estoy aquí contigo, haremos esto juntos— le susurró al oído.

Ella se giró para mirarle cara a cara con la interrogación pintada en su rostro. Antes que emitiera sonido alguno, él se limitó a responder a su muda pregunta.

—Te conozco. He visto la determinación en tu mirada antes de salir de casa y sabía que hoy era el día en el que habías decidido entrar aquí. No tienes por qué hacerlo sola. Seguimos siendo una familia aunque ella no esté. Lo superaremos. Aunque no volvamos a ser los mismos, saldremos adelante. Ella lo querría así… —Y lentamente fue limpiándole las lágrimas que, silenciosas, caían por sus mejillas. Como respuesta, ella se abrazó a él con desesperación.

Y la teoría estaba clara, pero ¿cómo seguir adelante cuando uno de los motores de tu vida se apaga para siempre? Solo había una respuesta para ellos: juntos.


                                        (Imágenes: Google)


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