Madrid.
2016
Habían pasado seis largos y duros años, pero Leyre al fin
decidió que era el momento de volver a casa. Y lo hacía para vivir uno de los acontecimientos
más felices en la vida de Marta. Ella era su mejor amiga desde que eran niñas,
y a pesar de haber mantenido el contacto con algunas personas de la pandilla,
Marta era la única que sabía la verdad de cuanto había ocurrido y la que le
había levantado en los momentos más duros, aunque lo hiciese desde la
distancia.
El GPS le indicaba que girase a la derecha en la
siguiente intersección y a cada kilómetro que avanzaba notaba como el
nerviosismo se apoderaba de ella, no solo porque iba a volver a ver a sus
amigos sino porque iba a reencontrarse con la persona de la que no había
querido saber nada. Iba a volver a verle a él. Aparcó junto a los demás coches
y ya estaba segura de que iba a ser la atracción del fin de semana, por lo que
tenía miedo a bajar.
—Leyre, llegó el momento de la
verdad. Así que mueve el culo y sal del coche— se dijo a sí misma.
Abrió la manecilla de la puerta del coche y no se atrevió
a levantar la mirada del suelo hasta que no la hubo cerrado a su espalda. Una
vez levantó los ojos, se enfrentó a un gran número de caras de sorpresa
enmudecidas que la escrutaban con alegría y cautela. Leyre respiró hondo y se
dirigió hasta Marta, que se encontraba con los ojos vendados, con Fran detrás.
Antes de situarse frente a ella, se tomó unos segundos para mirar a Hugo,
quien, inmediatamente, acercó hacia él a la chica de su izquierda para besarla
en la cabeza y dejarle un mensaje muy claro. Ésta volvió a inspirar sonoramente
y finalmente liberó a su amiga de su ceguera.
Sorpresa,
alegría, excitación… todo un cóctel de sentimientos paso por el rostro de la
chica antes de tirarse sobre los brazos de su amiga. Ambas lloraban y reían sin
saber muy bien por qué decantarse pero seguras de que estaban felices con su
reencuentro. Leyre se limpió las escasas lágrimas que habían corrido por su
cara y volvió a recomponerse para esconderse detrás de esa coraza que tanto le
había ayudado en los últimos años.
Una vez las chicas terminaron su abrazo, todos los demás
se dirigieron hacia ella para cubrirla de besos y achuchones, esos que tanto
había echado de menos. Parecía que entre ellos no había pasado el tiempo y la
recibieron con el mismo cariño de siempre. Todos menos uno y precisamente de él
era de quien necesitaba un abrazo. Hugo simplemente le dio dos fríos besos
clavando sus intensos ojos verdes en ella y presentándole a “su chica” con esa
chulería que le caracterizaba.
El
grupo entró en la cabaña y entre risas y charlas prepararon el almuerzo.
Intentaban ponerse al día, por lo que a Leyre fue a quien más le tocó hablar.
Contestó a todas y cada una de sus preguntas con respuestas de una historia
inventada y que camuflaba la dura realidad de lo que había vivido. A la hora de
sentarse a la mesa le tocó hacerlo al lado de Hugo, y con solo sentir su calor
y aspirar su familiar aroma todo en su interior se removió inquieto, reviviendo
todas y cada una de las caricias que había dejado en su cuerpo. En el pasado lo
habían significado todo el uno para el otro y sin embargo, ahora ni le miraba. Dolía.
(Imagen: Google)
Continuará...
Ains... Que me quedo sin uñas hasta la próxima semana!!! 😱😱 deseando que llegue el próximo día!
ResponderEliminarA Issi la vais a dejar sin uñas y a mí me estáis dejando sin pelo. Entre el que se me cae y el que me arranco leyendo, de esta me quedo calva.
ResponderEliminar¿Queréis hacer el favor de escribir el libro de una bendita vez, para que podamos leerlo y ponernos de los nervios del tirón?
Me vais a matar.
Pero sabéis que, de todos modos, os quiero mucho, Peques.
Me encantaaaaaa! Deseando leer como sigue.... me tenéis intrigada!
ResponderEliminarOye pero que incertidumbre jajaja espero el próximo capítulo ansiosa :)
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