Otra noche más aquí
estoy. El insomnio ha regresado con fuerza y comienzo a dar vueltas desesperada
entre las sábanas que, aun lavadas una decena de veces, continúan oliendo a él.
Lo fácil era abandonarme al sueño cuando dormía acurrucada en su pecho; lo
difícil, hacerlo en una cama vacía y sin que ello vaya a cambiar, por el
momento.
Es lo que ocurre cuando te adentras en algo que sabes que
no va a acabar bien; aunque tu mente y, mucho menos, tu
corazón se atrevan a admitirlo y a decirlo en voz alta. Día tras día, observas
pero sin ver pequeños detalles que se transforman en enormes letreros luminosos
cuando se desata la hecatombe sin previo aviso. Y ahí, en ese momento, es
cuando crees que todo ha acabado, aquello en lo que has creído durante meses se
derrumba cual castillo de naipes frente a un vendaval.
Y enterrada entre un millón de recuerdos vuelvo a
preguntarme: «¿Por qué estuve tan ciega?»; «¿Por qué prefería hacer oídos
sordos a todos los que me advertían?». Sencillamente, porque estaba locamente
enamorada de un hombre que me hacía sufrir y jugaba conmigo sutilmente, porque
lo bueno compensaba todo lo malo y, sobre todo, porque era más fácil dejarse
llevar que hacerle frente a la realidad. Una realidad que me estalló en la cara
al igual que explota una burbuja. En el mismo instante en el que descubrí su
doble juego mi corazón se partió en tantos pedazos, que aún hoy, creo que será
imposible de recomponer.
(Foto: Pinterest)
Es lo que hace muchas veces el amor, te ciega a tal nivel que no ves más allá.... hermoso chicas!!😘😘😘
ResponderEliminarQue grandes sois! ����
ResponderEliminarA veces estamos tan enamoradas y ciegas que no queremos ver por mas que nos digan
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