Hugo había permanecido en
silencio, escuchando, como ella le había pedido. No podía hablar. Se limpiaba a
manotazos algunas lágrimas que se le habían escapado.
—¿Por qué me dejaste fuera
de tu vida?—se atrevió a decir.
—Teníamos 18 años y no tenía
derecho a hacerte pasar por eso. Preferí romperte el corazón a hacerte
partícipe del duro calvario que me ha tocado vivir.
—Leyre, no tenías derecho a
decidir por mi y a mentirme. Debiste contarme la verdad, me hubiese mudado
contigo a Barcelona para estar a tu lado.
—Hugo, no hubieses aguantado
aquello. Créeme cuando te digo que ha sido mucho mejor así.
—No lo creo. Me dejaste tan
destrozado que no quería salir de casa ni ver a los chicos. Me costó centrarme
en la carrera, aunque al final creo que esa fue mi tabla de salvación.—Por un
momento sus ojos se quedaron anclados a los de ella.—Me apartaste de lo único
bueno que he tenido en la vida y solo quiero que sepas que voy a recuperarlo.
Esta vez no me voy a dar por vencido tan fácilmente.
—No habrá nada más entre
nosotros. Nuestra oportunidad ya pasó.— Leyre sonreía triste mientras hablaba.— Te he querido mucho, te sigo queriendo y estoy segura de que serás la única
persona por la que sentiré esto, pero…— guardó un pequeño silencio para tomar
aire. Sentía que la historia volvía a repetirse.— No puedo cargarte a ti
también con esto, vivo al día sin saber que me esperará mañana, si volveré a
estar atada a una cama de hospital. Debes ser feliz y a mi lado nunca lo conseguirás.
Como pudo se levantó del banco para emprender un paso
lento a lo largo de aquel camino. Hugo la siguió, llegando hasta donde se
encontraba con un par de zancadas. Se situó frente a la chica que se negaba a
perder.
—Leyre escúchame bien porque
solo lo diré una vez.— Los antiguos amantes se retaban con la mirada.— Esta vez
no vas a tomar tú la decisión sino que me corresponde a mí y por eso prefiero sufrir a tu
lado que intentar ser feliz sin ti.
La chica cansada de sostenerse sobre las muletas y con la
cara bañada en lágrimas se dejó caer en los brazos de Hugo, quien la abrazó
fuertemente haciéndole saber que siempre estaría a su lado.
—Llévame a casa— fue lo
único que alcanzó a decirle Leyre como despedida.
Ohhhh... merecen un bonito final!!
ResponderEliminarMARAVILLOSOOOOOO...
ResponderEliminarDesde la tercera parte no había vuelto a leer. ¡Madre mía, qué maravilla! Esta historia se merece una novela. ¡Me tenéis en ascuas!
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