—¿Pero qué cojones pasa? — preguntó Hugo. Marta entraba en la casa desquiciada, llamando a Leyre una y otra vez.
—Es Leyre, hace rato que no
la vemos. Fuera no está y su coche sigue aquí, así que no se ha marchado— respondió Fran intentando calmar a Marta refugiándola en sus brazos. A Hugo se
le ensombreció el rostro. Nervioso, miró su reloj intentando recordar cuándo la
había visto por última vez. Sería hace una hora, dos como mucho.
—Iré a buscarla— contestó
tajante con el miedo apoderándose de él—No estará muy lejos, no os mováis por
si vuelve.
—Hugo, por favor, tráela. No
puedo perderla de nuevo, otra vez no—le imploraba Marta. Su petición le sonó
algo extraña pero se puso en marcha enseguida. Se dirigió hacia la izquierda. Esperaba que ese hubiese sido su camino.
—¡Leyre!—gritaba a pleno
pulmón a pesar de que ese nombre quemaba en sus labios— ¡Leyre!, ¿dónde estás?— Tenía que encontrarla, aún tenían una conversación pendiente.
Continuó
su búsqueda desesperado mientras recorría el sendero. Quince minutos después,
tras haber andado unos metros más, un quejido algo repetitivo llamó su atención.
Se detuvo y se acercó al margen derecho. La angustia empezó a disminuir cuando
la encontró. Había resbalado por un pequeño terraplén y se encontraba
inconsciente en el suelo.
—Leyre— susurró y bajó por el
terraplén hasta quedar sentado junto a su cabeza.— Cariño, ¿qué te ha pasado?
Gracias a las caricias que le
profesaba Hugo, poco a poco la chica comenzó a
recuperar el conocimiento, intentó incorporase pero un dolor atroz le
atravesó el costado.
—Shhh, tranquila, estoy aquí
contigo.
—¿Hugo?— preguntó con voz
débil.
—¡Estás bien!—suspiró el
chico aliviado, limpiándole un hilillo de sangre seca que tenía en la frente,
probablemente por golpearse con una piedra— ¿Te duele algo? ¿Qué ha ocurrido?
—Creo que resbalé y me caí. Me
duele la cabeza— gimoteó la chica.— También un pie, no puedo moverlo y me
cuesta respirar, me duele el pecho.
—De acuerdo, espérame aquí,
iré a buscar ayuda, ¿vale? No tengo cobertura en el móvil. ¡No te muevas!
—No podría aunque quisiera— intentó
bromear Leyre.— Espera un momento, Hugo— le asió del brazo con las pocas
fuerzas que tenía. —Quiero pedirte perdón por todo el daño que te hice.
—Estás de coña, ¿no? Ya es
tarde para eso, Leyre. Me dejaste tan jodido que nunca he vuelto a tener una
relación.
—Pero la chica…
—La chica de la cabaña es otra
muesca más en el cabezal de mi cama— le interrumpió.— Espero que al menos lo
tuyo con ese chico sí saliese bien —mintió como un bellaco.
—No fue demasiado bien.
—¿Qué pasó?—las palabras
salieron disparadas de su boca.
—Era mentira— al fin, Leyre
soltaba la losa que le había acompañado durante tanto tiempo y lo hizo en un
susurro suspirado.—Todo era una mentira creada por mí. No estuve en París.
—Ahora sí que no entiendo
nada. ¿Y dónde has estado todo este tiempo?
—En Barcelona.
(Imagen: Google)
Continuará....
Ufff... Cada vez más interesante y me quedo con más ganas aún...me encanta!
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